domingo, 27 de marzo de 2011

Joven Discepolín



No me gustan las necrológicas, y menos aún las "necrofílicas". Prefiero creer que hoy celebramos el cumpleaños de un amigo. Quisiera decir - como Julio Cortázar - que fue mi amigo aunque nunca nos conocimos. Nuestro amigo. Me refiero con esto a Enrique Santos Discépolo, cariñosamente llamado por nosotros "Discepolín".


Un 27 de marzo de 1901 lloraba por primera vez, y sin cantar aún. Su hermano Armando, faro en la cultura y en la vida, ya contaba con catorce años y lo sobreviviría otros veinte. Hijo de inmigrantes (como el tango mismo, tal vez), sería con el tiempo el argentino que expresaría en el universo de la canción popular, el sentir común de muchos compatriotas. ¿Débil y tímido? Quizás. ¿Insípido? Jamás. Así fue el reparto de roles que le tocó interpretar: maltratado a veces por la crítica, otras ungido con la corona de trovador popular.


Todos lo recuerdan como el autor del crudo tango "Cambalache" (1935), del poético "Uno" (1943), o del sarcástico “Victoria!” (1929). Algunos prefieren destacar su trayectoria como actor, guionista o director de cine. Yo lo recuerdo por un memorable micro radial: "Mordisquito". Así pues, a mordiscos, se abrió paso en la producción radiofónica de comienzos de los cincuenta. No era el simplificador cinismo del letrista, o la escéptica denuncia del crítico. Era la intensidad de quien busca apropiarse de su época, de ideas claras y distintas, asumiendo el compromiso que el arte no termina de ofrecer.


Hoy podríamos hablar de la vigencia del pensamiento de un hombre que no se propuso dirigir ninguna comparsa, que por su pintura social también fue ninguneado, y que solo el futuro lo recordaría con vigor y entusiasmo. Es que ahora podemos ver que no es pesimismo o clima depresivo lo que esos viejos tangos destilan, sino el espectáculo dramático de la sociedad de ayer y de hoy. Aunque a las élites intelectuales esto un poco les siga resbalando, creo que Discepolín sonreiría un día como hoy, y les enrostraría un "¿A mí me la vas a contar?"


Se fue de gira un 23 de diciembre de 1951, en el mismo departamento que compartía con Tania Mexicán, cupletera y su yunta. El Gordo Troilo y Homero Manzi quisieron decir adiós al amigo. Qué mejor que terminar, recogiendo sus palabras y su música. Hasta la próxima, Discepolín. Hasta la próxima, lectores. Nos encontraremos en otra oportunidad, disfrutando “ese pensamiento triste que se baila”.



Discepolín
Tango

Música: Aníbal Troilo
Letra: Homero Manzi

Sobre el mármol helado, migas de medialuna
y una mujer absurda que come en un rincón ...
Tu musa está sangrando y ella se desayuna ...
el alba no perdona ni tiene corazón.
Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca
y del alma manchada con sangre de carmín?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!...

Conozco de tu largo aburrimiento
y comprendo lo que cuesta ser feliz,
y al son de cada tango te presiento
con tu talento enorme y tu nariz;
con tu lágrima amarga y escondida,
con tu careta pálida de clown,
y con esa sonrisa entristecida
que florece en verso y en canción.

La gente se te arrima con su montón de penas
y tú las acaricias casi con un temblor...
Te duele como propia la cicatriz ajena:
aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta
se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín...
¿No ves que están bailando?
¿No ves que están de fiesta?
Vamos, que todo duele, viejo Discepolín...