¿Qué
será de tu vida cuando leas estas líneas? En lo que a mí respecta, sé que habrá
pasado mi tiempo hace rato. Te vi hace pocos minutos en los brazos de tu papá, a
quien le estoy pidiendo ahora que transcriba estas líneas y que las guarde hasta
que tengas diez años y sea el momento de darles vida nuevamente. Hoy me dirijo
a vos en particular, pero a la vez te pienso como referente de toda una
generación, a la que quisiera imaginar como el Ché Guevara pensó a su “hombre
nuevo”: mujeres y hombres sostenidos en una ética personal humanista que,
sin incentivos exteriores, se vean impulsados a la solidaridad y el bien común.
Por eso mismo quiero compartir con vos algunas ideas para que las puedas pensar
y conversarlas con tus amigos. Además, te voy a contar cómo veo el mundo el día
de hoy, consciente que con el paso del tiempo varias de estas ideas pueden
llegar a parecer un poco anticuadas. Por supuesto, eso ya no está en mis manos.
1)
Ser trabajador es la base de toda ética. Pero antes dejame decirte unas
pocas palabras sobre la ética, ya que no doy por supuesto que me estés
entendiendo. Esto que vas a leer, podés encontrarlo mucho mejor dicho en un
librito de Fernando Savater que está en mi biblioteca. Buscalo. La ética es el
saber distinguir entre lo bueno y lo malo, lo que corresponde y lo que no nos corresponde
hacer. También trata de las razones sobre por qué se consideran buenas o malas ciertas
conductas. Es que hay cosas buenas y cosas malas en la vida, pero a veces no es
asunto sencillo diferenciarlas. Tampoco es nada fácil ver el futuro, porque ¿cómo
podríamos imaginar el mañana, hoy? Lo más seguro es que nos equivoquemos en
cada predicción tratando de concebirlo. A la vez, pensar en el futuro para el
hombre es algo inevitable, si has leído o conocido a Julio Verne... Trabajamos
siempre para el mañana, como lo hicieron mis padres, y yo mismo, y los tuyos
también. Esta es la clave de ser
trabajador: en nuestro horizonte siempre está el bienestar de nuestra
familia y a la vez de la sociedad, aunque para eso uno deba tener dos o tres empleos,
y muy pocas horas de sueño. Si adivino el futuro, sé que trabajarás, y eso es
muy importante, a decir verdad. Pero el valor, el verdadero valor de tu trabajo
lo conocerás tan solo vos, y desde ya no es el mismo que para los demás que lo
ven desde afuera. Sin importar a qué te dediques, lo que elijas hacelo poniendo
todo tu empeño e inteligencia en ello.
2)
Sé una buena persona, con eso no te
vas a complicar nunca la vida. Si uno es -como dicen por ahí- “un buen tipo” no
tenemos que andar pensando cómo salir adelante, porque las cosas van saliendo
solas. Quiero que conozcas, si es que tus padres no te la mencionaron aún, la
letra de un tango que suelo traer a la memoria durante mis conversaciones: “Bueno
y nada más que siendo bueno, no hay odio ni injusticia ni veneno que hagan mal”.
Así definía Cátulo Castillo la filosofía de vida de Enrique Santos Discépolo. ¿No
sabés quiénes son? Averígualo, te va a interesar. Y de paso pedite algún CD con
la versión de Troilo y Goyeneche. Vuelvo. En la vida también hay peligros, y si
uno aprende a sortearlos la experiencia que nos dejan es inestimable. Porque de
los golpes y de los errores también se aprende, ¿verdad? Y si hablar de pareja,
amistad e hijos, nos remite al cariño, ¿debemos concluir por ello que el odio no existe o que no debe
interesarnos? Sé que “odio” es una palabra “odiosa”, pero hay que conocerla precisamente
para cuidarse de ella. El odio nace de no haber entendido de qué va la
historia. Se odia lo que no se conoce, se odia por miedo, por envidia, y
también por prejuicio. No me volví seguidor de Gandhi, el enojo existe y puedo
dar cuenta de ello. Pero el enojo no debe dar paso al odio. “Por si las moscas”,
te invito a releer el comienzo del párrafo, cuando hablé acerca de la
importancia de ser bueno.
3)
Ser confiable es un gran valor, al menos para mi generación. De esa
forma, los demás siempre saben qué pueden esperar de uno. Para mí, el ser
confiable se deduce de pequeñas cosas: llegar a horario, cumplir con la palabra
empeñada, actuar en función de las cosas que sabemos le hacen bien (o no) al
otro. Antes de seguir, va una humorada familiar: muchas veces al decir mi
nombre a alguien, me hacen la gran pregunta: “Y usted, ¿es Solidario?”.
“Cuando puedo”, suelo responder…
4)
Y ya que hablé de solidaridad, debo decir que creo sinceramente en “dar una
mano” a los demás, esto es, en ser
solidario. Esto es no una actitud de voluntarismo, sino la aplicación del
viejo -y muchas veces olvidado- principio de tratar a los otros como uno
quisiera ser tratado. Quizás los que dicen conocerme mejor que yo mismo,
piensen que este viejo proclama lo que no pone en práctica. Creo que intenté
hacerlo siempre poniéndome en los zapatos del otro, aun cuando no lo haya
logrado a la perfección. Intentarlo, buscarlo: por ahí pasa el asunto.
5)
Si la educación es algo importante, aprender de los otros lo es más aún. El
aprendizaje no pasa sólo por la asistencia a una escuela, o una institución
cualquiera sin importar su nivel académico. No. Se aprende de y con los demás: tu
pareja, tus amigos, y hasta tus padres si los dejas enseñarte algo. Aquí van
otros amigos de quiénes aprender: los errores de los demás, el buen cine, la
música (sobre todo el tango y su filosofía) y los libros, que te dan la
posibilidad de vivir mil vidas, algo que lamentablemente descubrí solo de forma
tardía. Y si aprender da placer, no lo da menos el enseñar. Pero eso es, como
dice una expresión española, “harina de otro costal”.
6)
Ahora, unas palabras sobre la pareja.
Lo primero que hay que saber es que no importa si son novios, pareja,
concubinos, casados por Iglesia con todo y hostia, o lo que vaya a ser
corriente en tu época. Lo importante es ser
amigo. ¿Por qué? Porque un amigo es aquel a quien se le perdonan sus
faltas, sin demasiado esfuerzo. En la parte trasera de los boletos de colectivo,
las empresas a veces imprimen reflexiones y máximas. Tengo uno guardado de la
Línea 12 con esta frase: “Escribe en la arena las faltas de tu amigo, y
talla en roca los favores que te haga”. Ahí dice que es de Pitágoras de
Samos, cosa que pongo en duda, pero la frase sigue en pie, con su enseñanza
breve y profunda, aunque la haya inventado el propio chofer. Las diferencias
entre dos personas casi siempre nos llevan del acuerdo al desacuerdo. Pero si
el otro tiene razón, ¿por qué no aceptarlo, aunque yo piense distinto?
7)
Quien dice pareja, a veces también dice “hijos”. Por eso te voy a decir algo
sobre ellos: tené familia sólo si
deseás tenerla. No hay ninguna obligación en ello ni corre un reloj que no sean
las propias ganas. En cierta medida, los hijos son una prolongación de la vida
de uno y no dejan de darnos satisfacciones, pero debo advertirte que toman
tanto de tus cosas buenas como de las otras, así como tus padres las tomaron de
los suyos. La ley de la vida es circular. Por eso, vengan de donde -y cuando-
vengan, al fin y al cabo, todos somos hijos de la misma historia, y hacemos lo
que podemos en el medio de una vida que alterna penas y alegrías. Estoy seguro que
cuando tengas mi edad, va a tener mucho para contar y transmitir sobre esto a
tus nietos. ¿Tendrás guardada esta carta todavía?
8)
Sobre la amistad dije varias cosas
antes. Y si en la pareja hay que ser amigos para no “liquidarse” mutuamente, en
la vida hay que tener amigos como se tienen hermanos. Ellos son con quienes uno
va aprendiendo de la vida. Así hice yo en la mía, y pude compartir momentos de música,
conversaciones, partidos de futbol y truco. Más adelante café y vino. Hasta que
un día nos damos cuenta que sin los amigos no somos los mismos. O no hubiéramos
sido los mismos. También es cierto que no nos damos cuenta de su importancia
hasta que ya no están en nuestras vidas. Quizás por eso te lo cuento: si lo sabés
desde el comienzo, podés evitar alejamientos sin provecho para nadie. Con
familia, amigos y pareja, creo que nunca te vas a sentir solo.
9)
¿Qué puedo decirte sobre el dinero?
No mucho, porque nunca me movió un pelo ni el dinero ni la ambición. Da lo
mismo tener uno o dos autos, ya que uno tiene un solo cuerpo y hasta donde yo
conozco es imposible manejar dos vehículos al mismo tiempo. Entonces el segundo
auto mejor que sea de otro, ¿no? Hay que vivir bien, no lo niego ni quiero
hacerlo. Pero lo que uno acumula está de demás, sobra, y en una sociedad
evolucionada debiera carecer de sentido. Aún con las críticas que nos pueda
merecer el comunismo, Marx nos deja “carburando” cuando propone que la sociedad
tiene que pasar del principio que afirma “De
cada cual según sus capacidades” al de “A
cada cual según sus necesidades”. La igualdad no puede proceder de los
aportes, porque nacemos y nos formamos con y desde diferentes capacidades. Yo
prefiero hablar en términos de equidad y justicia. Aunque ésta es una discusión
del Siglo XIX que no creo que la salde tampoco el Siglo XXI.
10)
¿Qué es la vida? Hoy, a los ochenta
y ocho años he llegado a una respuesta contundente: ¡no tengo la más remota
idea! Puedo decirlo después de haber leído casi todo libro que llevara esa
palabra en su título, incluyendo a Isaac Asimov y al mismísimo Carl Sagan, su
mujer y hasta su hijo. Parece que me voy a ir de este mundo sin otra respuesta.
O lo que es casi lo mismo, vengo a darme cuenta que es una pregunta que se
responde de mil formas al andar. El hombre va cambiando, eso lo ve cualquiera
que pispee mínimamente la historia de la humanidad. El “debería ser” del hombre
es su horizonte, aun cuando a veces no le importe o haga todo lo contrario. No
pierdas esto de vista. Muchos tangos hablan del pasado: la casa, la viejita, la
novia perdida... Pero no quiero referirme a ese pasado nostálgico. Solo tiene
valor cuando lo pensamos como historia: la propia, la de la familia, la de la sociedad.
Valorar el pasado es comprender que
no “nacimos de un repollo”, que hay quienes pisaron estas calles antes que
nosotros. Aunque conviene saber que a la historia también se la construye desde
el presente. Por eso es uno mismo el que tiene que hilar historias, así en
plural, con los retazos que tenemos por memoria, con los cuentos que nos
contaron, con los olores infantiles que nos cuesta describir, con las canciones
que nos acunaron, y -sobre todo- con las palabras de otros que finalmente
hicimos propias, solo para poder pasárselas después a alguien más. Esto también
es la ley de la vida.
Por
último, te pido que no tomes demasiado en serio estas palabras mías ya lejanas.
Si yo mismo hubiera hecho todo lo que digo, sería un personaje de ficción. Sin
embargo, no miento si digo que es lo que pienso y lo que siempre guió mis
pasos. A vos se te van a ocurrir otras cosas. Anotalas y llevalas siempre con
vos, que te va a tocar compartirlas con alguien más, como ya te adelanté. En
fin. No hay nada más grande que aquello que uno construye, lo que incluye
también la propia cosmovisión. Palabra de arquitecto.
Te
quiere, Pipi.
PS: Texto pensado
y dictado en la tarde del seis de mayo de 2012, en un café de la zona del Parque Avellaneda, San Miguel de Tucumán. El café con leche tiene
demasiada espuma y poco sabor, las tortillas están rancias. No vayas, si
todavía existe. Adiós.